A los tímidos y a los vacilantes todas las cosas les resultan imposibles, porque así les parecen.
Cuando tengas conocimiento de que has cometido un yerro no vaciles en repararlo. Sólo reparándolo tendrás la conciencia tranquila. La demora en la reparación encadena el alma al mal con un lazo cada vez más fuerte, y la habitúa a menospreciarse.