El corazón del insensato pública, en voz alta, sus pensamientos.
Todos los órganos humanos se cansan alguna vez, salvo la lengua.
La caída de aquel que peca por su lengua, es como la caída en el empedrado.
¡Hay que ver cómo son las gentes! No se atreverían a preguntarnos nada referente a nuestras funciones íntimas y os interrogan acerca de los móviles, de vuestros actos, sin pudor, sin prudencia...
Necio es, y muy necio el que, descubriendo un secreto a otro, le pide encarecidamente que calle.
Necio llamaré del todo, no curioso, al que se mete en lo que no le compete ni toca por algún modo.