La suerte no se puede almacenar.
La suerte favorece sólo a la mente preparada.
El último escalón de la mala suerte es el primero de la buena.
La suerte viene a quien menos la aguarda.
Nuestra suerte no se halla fuera de nosotros, sino en nosotros mismos y en nuestra voluntad.
Atribuimos a la suerte todas nuestras desgracias; jamás nuestra prosperidad.
No ha de maravillarnos que el azar pueda tanto sobre nosotros, desde el momento que vivimos por azar.