Por cada minuto de enojo perdemos sesenta segundos de felicidad.
Si os enojáis, no queráis pecar, no sea que se os ponga el sol estando todavía airados. No deis lugar o entrada al diablo.
Enojarse es castigarse a sí mismo por faltas ajenas.
Dad tiempo para que se calme el enojo; un aplastamiento, lejos de quitar nada al poder, añade la prudencia a la fuerza.
Si debe enojarse el sabio por ajenas culpas, nadie tan sin ventura como él, su vida correrá partida entre el coraje y el pensamiento.