Cuando al nacerle a una mujer el primer hijo, de esa mujer no nace al mismo tiempo una madre; ya puede tener hijos que quiera; para ella como si no hubiera nacido.
Las mujeres no dejan jamás de ser madres; mecerían a la misma muerte si viniese a dormir sobre sus rodillas.
Es este trono tan grande que Dios tan sólo concede a los hombres cuando nacen.
Madre en el parto, en el amor madrastra.
Deseamos ver multiplicarse las más bellas criaturas, para que la rosa de la belleza no pueda nunca perecer.
Las madres perdonan siempre: han venido al mundo para eso.
Porque el amar a un hijo más que a todo, es la gran Ley de Dios de las mujeres.