Desde el instante en que el hombre comete un crimen entra el castigo en su corazón.
Una sociedad se embrutece más con el empleo habitual de los castigos que con la repetición de los delitos.
Es necesario procurar que el castigo no sea mayor a la culpa.
Dios castiga en los hijos las culpas de los padres, porque sabe que no hay mayor dolor para los padres que el dolor de los hijos.
No ha aprendido la lección de la vida aquel que no vence un temor cada día.
Dime el motivo; bien sé que en él hay una mujer.
No se ahorca a un hombre por haber robado caballos, sino para que los caballos no sean robados.