Los hijos se convierten para los padres, según la educación que reciben, en una recompensa o en un castigo.
En arte, el hijo instruye al padre; la obra, al maestro.
Muchas veces hubieron de llorar los hijos las culpas del padre.
Bien dice quien dice que un hijo es igual a muchos pesares.
Cuatro deberes tienen los hijos para con los padres y son: reverenciarlos, obedecerlos, no darles pesadumbre y tener mucha cuenta de ellos en su vejez.
Los hijos bien educados son la verdadera riqueza y el más bellos adorno de una casa.
Los hijos empiezan por tener amor a sus padres; pasado algún tiempo, los juzgan, rara vez los perdonan.