En los pequeños detalles y cuando está desprevenido es cuando el hombre pone mejor de manifiesto su carácter.
Como el águila, las inteligencias realmente superiores se ciernen en la altura, solitarias.
El que pide con timidez, invita a negar.
La amabilidad es como una almohadilla, que aunque no tenga nada por dentro, por lo menos amortigua los embates de la vida.
El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros los que las jugamos.
El hombre más feliz es el que se pasa la vida sin grandes dolores físicos o morales y no el que tiene más grandes e intensas alegrías.
A la alegría, cuando se presente, debemos abrirle de par en par todas las puertas, pues nunca llega a desatiempo.