El principal signo del genio no es la perfección, sino la originalidad; la apertura de nuevas fronteras.
Se podría describir la actividad creativa como un tipo de proceso de aprendizaje en el que el profesor y alumno se hallan en el mismo individuo.
Lo que necesita la revolución no son héroes, sino funcionarios de acero.
El revolucionario es el burócrata de la utopía.
La definición de lo individual era: una multitud de un millón dividido por un millón.