Bienvenida ¡oh, lluvia! seas / a refrescar nuestros valles, / y a traernos la abundancia / con tu rocío agradable.
La música fue siempre del alma un fiel espejo, donde involuntarios brillan sus íntimos afectos.
En pálidos fulgores fallece el día, y su enlutado velo la noche tiende por el ancho cielo.
¡Oh, divina pintura, ilusión grata de los ojos y el alma!
Salud, ¡oh, Sol glorioso!, adorno de los cielos y hermosura, fecundo padre de la lumbre pura...