Señor, si he hecho bien, tú lo sabes, sí mal, me acojo a tu misericordia.
Que se eduque a los hijos del labrador y del barrendero como a los del más rico hacendado.
Que todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario.
Soy siervo de la nación porque ésta asume la más grande, legítima e inviolable de las soberanías.
Que como la buena ley es superior a todos los hombres, las que dicte nuestro Congreso deberán ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia.
No hay otra nobleza que la virtud, el saber, el patriotismo y la caridad.
La soberanía dimana inmediatamente del pueblo.