El amor propio es un instrumento de nuestra conservación. Se asemeja al mecanismo de la reproducción del género humano; es necesario, nos causa placer y debemos ocultarlo.
Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida.
¡Cuántas veces los que llamamos amigos no son más que cómplices de nuestro amor propio!
El amor propio es más hábil que el hombre más hábil del mundo.
El hombre vale tanto cuanto él se estima.
El amor propio injuriado nunca perdona.
Un amor que domine todo el ser con ilimitada devoción puede ser superado, incluso, por los celos, lo cual es más bien un fruto del amor propio que del amor hacia otra persona.