La multitud, cuando ejerce la autoridad, es más cruel que los tiranos del Oriente.
Ninguna sociedad, por pequeña que sea, puede conservarse ordenada sin una autoridad que la rija; donde hay una reunión es preciso que haya una ley de unidad; de lo contrario, es inevitable el desorden. Las fuerzas individuales, entregadas a sí solas sin esta ley de unidad, o producen dispersión o acarrean choques y anarquía.