El arte tiene, ante todo, el deber de ser arte. Como fenómeno social que es, puede teñirse de propaganda política, religiosa, etc., pero esta propaganda no será de ninguna manera eficaz si no se subordina a las exigencias estéticas.
Toda obra de arte es necesariamente ambigua.
Ninguna obra de arte puede ser grande sino en la medida en que engaña; ser otra cosa sólo es prerrogativa de la naturaleza.
La creación artística es el contacto con los demás, la unión comprensiva y amorosa.
La misión del arte no es copiar la naturaleza, sino expresarla.
Todo el arte no pasa de ser una imitación de la naturaleza.
El arte ha de ser, ante todo, un halago a los sentidos.