Asomaba, al cabo de sus mangas, unas manos tan blancas, que yo en verdad habría querido, ser abofeteado por ellas.
Nunca manos más galanas, / pálidas y virginales, / bordaron de filigranas, / las áureas capas pluviales.
Tus manos de dedos pálidos parecen manos de una santa soñada por Giotto y por él piadosamente pintada, en algún oscuro rincón de alguna basílica.