Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más.
Consulta el ojo de tu enemigo, porque es el primero que ve tus defectos.
De todos los peligros, el mayor es subestimar al enemigo.
El hombre prudente no trata de vengarse de sus enemigos; deja este cometido a la vida.
Los peores enemigos son aquellos de los que el hombre no piensa defenderse.
No te crees nunca enemigos, pero sobre todo no te crees enemigos tímidos.
Si estás libre de enemigos porque a nadie hiciste injuria, no faltarán otros que lo sean por envidia.