Aun hoy, al recordar mis primeras emociones sexuales, me parece volver a percibir los olores de las telas.
Los perfumes, los himnos órficos, las algalias en primera y en segunda acepción... Aquí olés a sardónica. Aquí a crisoprasio. Aquí empezás a oler a vos misma. Qué raro que una mujer no pueda olerse como la huele el hombre.
Quedaron luego mirándose en silencio, y él sintió el perfume que venía en olas sin fuerza desde el pecho de Perla, que subía y bajaba junto al portal vacío.
El perfume, como la seda, el vino y las flores, es uno de los lujos necesarios de la vida. Su aroma es como un buen vino, que necesita oxigenarse antes de alcanzar el punto de perfección.