La última desgracia del hombre es hacerse insensible por el hábito a los remordimientos.
Los remordimientos suplen la justicia.
Los remordimientos se adormecen en la prosperidad y se agudizan en los malos tiempos.
No basta arrepentirse del mal que se ha causado, sino del bien que se ha dejado de hacer.
El remordimiento es el dolor del alma que el tiempo y la reflexión no dejan calmar jamás.
También las buenas acciones tienen su remordimiento.
El remordimiento es el huevo fatal que pone el placer.