Es más difícil hacer durar la admiración que provocarla.
No basta arrepentirse del mal que se ha causado, sino también del bien que se ha dejado de hacer.
Los placeres son como los alimentos: los más simples son los que menos cansan.
La autoridad de la moda es tan absoluta que nos fuerza a ser ridículos para no parecerlo.
No basta arrepentirse del mal que se ha causado, sino del bien que se ha dejado de hacer.
Un excesivo temor al ridículo no es el mejor medio de evitarlo.