La habilidad para ocultar la grandeza de los sentimientos es indicio de una inmensa superioridad.
En el momento decisivo, nada tan enorme en superioridad moral sobre los demás como el haber endurecido de antemano el alma por el dolor.
El verdadero hombre siente su superioridad al reverenciar lo que realmente le supera. El corazón no abriga sentimiento más noble ni bendito.