La mayor muestra de respeto que un autor puede darle a su público es no ofrecerle nunca lo que éste espera, sino lo que él mismo, en las diversas etapas de la formación propia y ajena, considere justo y provechoso.
¿Vale el público más que nosotros para que le debamos la verdad? La verdad es para los iguales. El que quiera saberla, que llegue con la inteligencia o con el corazón.
¡El público! ¡El público! ¿Cuántos necios se necesitan para hacer un público?
¡Oh, público, oh público; tu nombre puede ser masculino, pero tu alma es siempre de mujer, y más que ella eres pérfido como el mar!