Alabar a los príncipes por las virtudes que no poseen, equivale a hablar mal de ellos impunemente.
No alabemos más que aquello que enseña a ser mejor.
La boca de otro, no la tuya, sea la que te alabe.
Hace uno bien en alabarse a sí mismo, cuando no encuentra otro apologista.
No me será más leve la tierra porque la posteridad me alabe, ni por ello ha de cubrirse de violetas mi sepulcro.
La mejor dieta para nosotros, a fin de cuentas, es la alabanza.