Nada más fácil que hacerse aplaudir por el vulgo.
Las verdaderas alabanzas no son las que se nos ofrecen, sino las que arrancamos.
El aplauso del pueblo vulgar es generalmente falso y sigue más bien a los hombres vanos que a las personas virtuosas.
El aplauso a los artistas maletas parecería de «chunga» si no proviniera de un público adecuado a los mismos.
El aplauso de un solo ser humano tiene grandes consecuencias.
El mérito que acepta el silencio como la cosa más natural del mundo es el más alto aplauso.