El sufrimiento despierta al espíritu y el infortunio es el camino a la sensibilidad. El corazón crece en la congoja.
El hombre debe tener la sensibilidad que se necesita para su época y ambiente; si tiene la necesaria, vivirá como un adulto; y si tiene más, vivirá como un enfermo.
Cuida, querido corazón, de tan inmenso privilegio; la hoja de mejor temple, mal empleada, pierde su filo.
Así como hay personas que necesitan llevar anteojos negros para no estropearse la vista, las hay que necesitan llevar una funda en el corazón, para no echar a perder la vida.