Afortunadamente no tenemos por qué parecernos a nuestros retratos.
Los retratos son los únicos que tienen derecho a ser feos.
Todo retrato pintado compresivamente es un retrato del artista, no del modelo. El modelo es puramente el accidente, la ocasión.
No son verdaderamente exactos más que los retratos que no se han hecho de nosotros y que un azar misterioso ha hecho ser los nuestros.