En tiempos de adversidad es cuando conviene observar a los hombres, las máscaras se les caen y se muestran como son.
El espíritu se desarrolla y declina con el cuerpo.
Siempre nos parece que el mayor bien es el que nos falta; si logramos alcanzarlo, suspiraríamos por otro bien con el mismo ardor.
De la fuente misma de los placeres brota no se sabe qué amargura.
Si los sentidos no fueran veraces, toda nuestra razón sería falsa.
Cuando la necesidad nos arranca palabras sinceras, cae la máscara y aparece el hombre.