No hay amor sereno. Si lo hubiese, tampoco escaparía a su final tragedia que es la separación de los amantes: «por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres».
El arte ha muerto. Su fantasma está más vivo que nunca.
Aunque parezca pleonasmo, el artista hace el bien haciendo bien las cosas.
La manera más fácil de aparecer como revolucionario es exigirles a otros que lo sean.