Cuando se tiene veinte años se cree haber resuelto el enigma de la vida; a los treinta, se empieza a reflexionar sobre él, y a los cuarenta, se descubre que es insoluble.
Los hijos son educados como si debiesen ser hijos toda la vida, sin pensar en absoluto en que se convertirán en padres.
No se puede tener otra tarea en cuanto a la vida que la de conservarla hasta morir.