He aquí un consejo que una vez oí dar a una joven: haz siempre lo que temas hacer.
Las cosas no son difíciles de hacer, lo que es difícil es ponernos en situación de hacerlas.
El hombre puede hacer lo que quiere hacer, pero no puede determinar lo que quiere o no quiere.
Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello que arrepentirse de no haber hecho nada.
Mientras me quede algo por hacer, no habré hecho nada.
Cada uno es hijo de sus obras.
El mundo se divide en personas que hacen cosas y personas que se las atribuyen.