Las deudas son la esclavitud de los libres.
Entre pedir prestado y mendingar no hay mucha diferencia.
El que debe, no se asoma a la puerta de su acreedor.
Es mejor acostarse sin cenar que levantarse con deudas.
El acreedor tiene mejor memoria que el deudor.
No hay más que una deuda que a toda costa tiene que pagarse, la deuda de juego, a la que como es natural, se le da el nombre de «deuda de honor».