Ella se puso roja, ¿no es esto de rigor? Y... naturalmente, se volvió más bella.
El que se ruboriza ya es culpable; la verdadera inocencia no siente vergüenza por nada.
Provocar el rubor en un amigo es perderlo.
Ten ánimo, que ése es el saber de la virtud.
El sonrojo puede ser nuestra última nobleza, cuando ya el silencio parece haber dejado de ser nuestra última y triste virtud.