Me siento herido. Una parte del país se alzó en armas para derribarme y la otra se cruzó de brazos para verme caer. Las dos me eran deudoras de una porción de cosas.
He aceptado con toda conciencia este papel. La historia resolverá serenamente sobre mi actitud.
He cambiado mis títulos legales de presidente de la República por los de un vulgar facineroso.
Mi régimen es de extrema izquierda, dentro de la Constitución.
No he creído encontrar en este puesto un lecho de flores; estoy resuelto a todo lo que la suerte quiera depararme.
No soy jefe de un partido sino ejecutor imparcial y desapasionado de la ley.
Se apoderó de mí un invisible hastío de la vida pública.