En cada hombre hay un poco de todos los hombres.
La superficie más apasionante de la tierra es la del rostro humano.
Adáptate tú al mundo, porque tu cabeza es demasiado pequeña para que el mundo entero se adapte a ella.
Todo hombre tiene su trasero moral que no muestra sin necesidad y que cubre mientras puede con los calzoncillos de la buena educación.
Resulta imposible atravesar una muchedumbre con la llama de la verdad sin quemarle a alguien la barba.
A la gloria de los más famosos se adscribe siempre algo de la miopía de los admiradores.