Aun cuando todos los expertos coincidan, éstos pueden muy bien estar equivocados.
Lo que los hombres quieren, de hecho, no es el conocimiento, sino la certeza.
Lo peor de todo es que los tontos siempre están seguros y los listos no hacen más que dudar.
El hombre juicioso sólo piensa en sus males cuando ello conduce a algo práctico; todos los demás momentos los dedica a otras cosas.
Nadie cotillea sobre las virtudes secretas de los demás.
Las tres palabras más difíciles de pronunciar son: «Me he equivocado.»
¿Para qué repetir los errores antiguos habiendo tantos errores nuevos que cometer?
El aburrimiento es el gran tema de los moralistas ya que la mitad de los pecados se cometen por su causa.